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miércoles, 11 de mayo de 2016

DISIDENCIA

(Publicado originalmente en Julio de 2013 en la extinta página web Undercolombia.com)

Llega un momento en que la inquietud del hombre lo obliga abandonar sus dominios, a explorar sistemáticamente diferentes fronteras del conocimiento y de éstas escoger la más adecuada a su forma de ser y a su forma de pensar; algunos lo abandonan todo y exploran la novedad sin importar los legados de su anterior dominio, negándolo todo; otros dan unos pocos pasos y retornan a la seguridad de lo conocido; y otros, de casos extraños, crean, hibridan, mezclan, fusionan, metamorfosean, moldean, expanden y condensan (sin importar el orden o la forma) lo adquirido, lo conocido, lo dominado y lo explorado.

Allí, en esta categoría, aparece la rebeldía a lo conocido y el absurdo controla la escena, todo aquello que estaba considerado un paradigma se desvanece, la observación, el cuestionamiento y la formulación son ahora las herramientas, y entonces, la disidencia se hace evidente.

Abandonar la doctrina, separarse de la norma y difuminar los límites de la base te convierten en disidente.

Ahora, ser un disidente musical implica serlo todo y no ser nada, implica vibrar con las más disimiles melodías y rechazarlas cuando se hacen norma por conveniencia más que por moda, ignorar los autores, los nombres, las nacionalidades, las creencias, el estatus o la historia, únicamente el sentir es la regla y la condición. Ser disidente es rechazar el estereotipo y dar forma a un ente particular, camaleónico y multidimensional.

Ya no es metal, sino música. El metal es una música más como todas las demás. Es la clara manifestación de la eliminación de fronteras tanto ideológicas como terrenales, es el dejar un campo que a veces es mediocre así como a veces es extraordinario y transformarlo en uno solo, en la unidad. Es el baile, la expresión, es el mundo y es el todo. Es negarlo todo y aceptarlo todo. Eliminar los ídolos, la constante humillación, ahora, la admiración humanizada es el valor.

El disidente posee fundamento, criterio y valor, pero no cae en la retórica barata de la diversidad y por esa misma razón vive la música y su variedad, pero no la acepta por imposición.

La disidencia es necesaria, pero no es obligatoria. Es un viaje sónico donde el único que lo disfruta es aquel que lo hace por iniciativa propia, es similar a dar una vuelta al mundo a través de su cocina, existirán platos que no gustarán pero serán probados, habrán otros que serán de exquisito placer y otros, clásicos de la región. La música es igual, se puede pasar de la estridencia a la calma y con la tecnología digital como claro soporte, este viaje sónico se puede hacer con un solo clic.

La negación de las corrientes y observar el arte musical como una expresión del ser humano y no como una ciencia exacta ayuda a renovar la experiencia, pero a su vez, y de forma contradictoria, perfeccionar la técnica y permitir que esta sea repetible en los oídos de miles en diferentes momentos del tiempo acondiciona la experiencia para que sea una vivencia simultánea.

El ser culpable en algún momento de sentir la apreciación como un dogma y no como una vivencia no impide la aceptación y la adaptación de la experiencia sensorial al modo de vida del escucha.

Ser disidente no implica estandarizar la vivencia, ni la forma de vida y mucho menos crear un método de adaptación general para las personas.

El metal como experiencia es único, las diferentes sensaciones que se obtienen al saltar de una parte del globo a otro en cuestión de segundos y observar como el concepto es el mismo pero como la creación es diferente, es una forma de disidencia, y como algunos reclaman (y además estoy de acuerdo) no debe ser un circo para pocos; debe poder mezclarse sin necesidad de repugnar con los diferentes sabores que aparecen en un escenario, el metal no es un discípulo de algún filósofo de masas, ni es una entidad no-gubernamental como la FIFA o un ente católico-apostólico-romano.

No existe una verdad universal, ni tampoco, una concepción única u original, solamente, el permitirse disfrutar la experiencia sin restricciones, abandonando los prejuicios y los dogmas moralistas son una posible respuesta para recobrar la rebeldía por la cual las demás músicas dejaron de ser una predilección y que el metal fue la respuesta a aquello buscado desde inicios de la juventud, disidencia.

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